luns, 3 de novembro de 2014

GUÍA DE LECTURA

ORIENTACIONES PARA LA LECTURA DE PLENILUNIO
.
1. Antonio Muñoz Molina. Breve biografía.
2. Argumento de Plenilunio.
3. Personajes. Su construcción.
4. Punto de vista. El narrador.
5. Espacio y tiempo.
6. Temas.
7. Género y Técnicas Narrativas.
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1. ANTONIO MUÑOZ MOLINA. BREVE BIOGRAFÍA 

Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda, Jaén, en 1956. Estudió Historia del Arte  en la Universidad de Granada y Periodismo en la de Madrid. Fue funcionario municipal  y ejerció el periodismo de colaboración en varios diarios, entre ellos El Diario Ideal.
Sus primeros escritos fueron artículos periodísticos que en 1984 recogió en su primer  libro publicado, El Robinsón urbano y Diario del Nautilus (1985). 
Narrador de gran sensatez y de enorme capacidad de invención, colabora  frecuentemente en la prensa escrita y es miembro de la Real Academia Española  (RAE) desde 1995. Su primera novela, Beatus Ille (1986), fue galardonada con el  Premio Ícaro, a la que siguió en 1987 Un invierno en Lisboa, que supuso su  consagración al recibir el premio Nacional de Literatura y el de la Crítica, que le  confirman como uno de los escritores españoles más sólidos del panorama actual,  comprometido con su tiempo, polémico... 
Mágina, ciudad imaginaria que evoca a la ciudad de su infancia, y Madrid serán los escenarios principales donde se desarrollan sus novelas, deudoras del género  policiaco y del cine negro. En ellas profundiza en la historia más reciente de España. 
Desde entonces la calidad de su escritura, en la que simultanea la novela, el cuento y  las recopilaciones de artículos, se ha visto revalidada por el reconocimiento público.  Su obra ha sido traducida y leída fuera de España; Plenilunio consiguió el  Premio Femina Étranger a la mejor novela extranjera publicada en Francia en 1998. 
Algunas de sus novelas, como Beltenebros (1989) o Plenilunio, han sido llevadas al  cine.
Otras obras de su carrera literaria son: El jinete polaco (1991) -galardonada con  los premios Planeta y Nacional de Literatura-, Carlota Fainberg (2000), Sefarad (2001)
La vida por delante (2002), Ventanas de Manhattan (2004), La poseída (2005), El  viento de la luna (2006), Días de diario (2007) y La noche de los tiempos (2009).

1 NOTA IMPORTANTE. Estas orientaciones para el estudio de Plenilunio se han configurado
con los extractos de los artículos que se citan a continuación:
- “Plenilunio de Antonio Muñoz Molina: trasfondo político-literario de un crimen sexual”. Taller
de Letras. Publicación: 01-NOV-02. Formato: On-line.
- “La crueldad no encierra ningún tipo de belleza”, Emma Rodríguez, El mundo, Cultura, 11-03-
1997.
- “Darman y el inspector; los personajes obscuros de Muñoz Molina”, German Ceballos,
Ensayos de Narrativa Española Contemporánea. http://www.uv.mx/blogs/ensayos/?p=66.
- "Los nuevos nombres", coord. por Jordi Gracia, Barcelona: Crítica, 2000. Suplemento 9/1 a la
Historia de la literatura de Francisco Rico. 2
En 1995 ingresó, con apenas 39 años, en la Real Academia Española, donde  ocupa el sillón "u". Colabora habitualmente en los periódicos más importantes del país,  función que compagina con su trabajo de escritor. Ha sido nombrado director del  Instituto Cervantes de Nueva York en junio de 2004. 

2. ARGUMENTO DE PLENILUNIO


Plenilunio es la historia de un hecho dramático ocurrido en una ciudad  española de provincias: la violación y asesinato de Fátima, una niña de nueve años. El  protagonista es un inspector de policía recién llegado a su nuevo destino desde el País  Vasco. Su estancia en Euskadi le ha marcado al haber vivido con la permanente  amenaza terrorista sobre su persona, algo que no solamente le ha dejado huella a él,  sino también a su mujer, quien se halla internada en un sanatorio psiquiátrico por  causa de los traumas ocasionados por aquella tensión. Al policía se le presenta una  investigación difícil: el cadáver de la niña ha sido localizado en un parque de las  afueras de la ciudad. Su boca y sus ojos están tan abiertos que dan la impresión de  seguir gritando. El asesino ha dejado huellas digitales, manchas de sangre, colillas de  cigarro, cabellos… pero nadie ha visto nada. El inspector sólo cuenta con poder  reconocer la mirada del asesino entre los viandantes con los que se cruza a diario,  pues espera que los ojos del perturbado conserven el atroz suceso como reflejo de la  maldad de su alma. Junto al inspector, destaca el personaje de Susana Grey, la  maestra de la niña asesinada que también tiene su propia historia personal y de la que  se enamorará el policía. 
Junto a la trama principal, corren otras paralelas: la del jesuita Orduña, antiguo  profesor del inspector; la del asesino, sórdida, triste, complicada; la del pistolero con la  exclusiva misión de matar al inspector y la de la propia ciudad donde transcurren los  hechos: toda una radiografía de lo que era una ciudad española de provincias en el  tiempo de la transición. 

3. PERSONAJES. SU CONSTRUCCIÓN 


La caracterización de los personajes se consigue en Plenilunio por la prosa fría y por la narración de hechos que son tanto reflexiones que los personajes hacen sobre sí mismos, como sucesos que les ha tocado vivir. Los protagonistas de Plenilunio son seres que piensan, dudan, temen y transmiten al lector sus diversos mundos: el policial, la atmósfera asfixiante del domicilio del asesino, la escuela de Susana, el trabajo forense de Ferreras…

Las reminiscencias de los personajes nos ponen en antecedentes acerca de su pasado y ayudan a conformar su perfil, que, en muchos casos evoluciona a lo largo de la novela, como cuando el inspector se enamora y pierde su frialdad o el asesino trata de explicarle al inspector las razones de sus crímenes. Los personajes son hombres y mujeres con un pasado rico en experiencias que luchan por adaptarse a un futuro distinto, lo que suele coincidir con el tiempo histórico en que se agitan sus pasiones.

a) El inspector sin nombre.
El inspector es presentado en un principio por el narrador omnisciente como un profesional frío, distante y con ciertas obsesiones. Rebasados los cincuenta años, su cara es áspera y rojiza, su pelo canoso, revuelto y escaso, y su aspecto un tanto desaliñado.
Día y noche iba por la ciudad buscando una mirada. Vivía nada más que para esa tarea, aunque intentara hacer otras cosas o fingiera que las hacía. Sólo miraba, espiaba los ojos de la gente, las caras de los desconocidos, de los camareros de los bares, de los dependientes de las tiendas, de los detenidos en las fichas, etc. El inspector buscaba la mirada de alguien que había visto algo demasiado monstruoso para ser suavizado o desdibujado por el olvido, unos ojos en los que tenía que perdurar algún rasgo o alguna consecuencia del crimen, unas pupilas en las que pudiera descubrirse la culpa sin vacilación. (pág.1)
.
Recién trasladado del País Vasco es recibido en la ciudad donde pasó su infancia “con algo de admiración y algo de recelo por el personal de la comisaría, porque el norte había traído consigo una confusa leyenda de determinación y coraje, pero también de arrebatos de desequilibrio” (pág. 11). El inspector no ha dejado atrás las amenazas, los antiguos miedos, el recelo de mirar a quienes se acercaban, la comprobación de los bajos del coche, el recuerdo doliente de algunos colegas asesinados que trató de ahogar en largas noches de alcohol y en brazos de prostitutas. Su trabajo en el anterior destino ha afectado a su matrimonio. Por las circunstancias vitales y profesionales del inspector, su esposa, si bien no se dice explícitamente, padece una enfermedad nerviosa que acaba recluyéndola en un sanatorio, después de haber pasado noches enteras desvelada esperando el regreso
de su marido y atendiendo llamadas telefónicas amenazantes. El inspector cumplirá con el papel de visitante dominical, pero los años han acabado con la relación de pareja: ya no hay comunicación.
 El caso del asesinato de Fátima lo convierte en protagonista de telediarios, lo cual le causa terror: “Un día el inspector vio su propia cara en el telediario, tomada de muy cerca, con su nombre y su cargo escritos en la parte baja de la pantalla, como si quedara alguna duda, y se irritó mucho y se alarmó más de lo que él mismo estaba dispuesto a reconocer [...] Se preguntó si alguna de esas imágenes las estaría viendo alguno de los que le enviaban anónimos cuando vivía en el norte”. (pág. 36-37). Sus miedos, aunque el inspector lo desconozca, no serán irracionales, porque la trascendencia mediática del caso posibilita su localización por parte de la banda terrorista ETA.
Como detective, el inspector no demuestra grandes dotes de investigación. La resolución del caso la logra por una estrategia diseñada, quizás, por la experiencia de los años, que consiste en ocultar la segunda agresión a la prensa y por el plenilunio, que resulta ser un elemento simbólico para el asesino, ya que cometía los crímenes en luna llena, cuando ésta le dictaba deseos perversos, según su confesión. El detective logra descubrir este patrón por tan solo un presentimiento, no estamos ante un
investigador metódico y racional. El criminal debe actuar dos veces para que el detective pueda aprehenderlo. La repetición de los hechos da la oportunidad de remediar las faltas que se han cometido.
A través de las reminiscencias del padre Orduña se da a conocer la adolescencia del inspector en el hospicio y por la confianza compartida en esos años, el inspector le desvela su amor por Susana. Con este personaje, el de la maestra de la primera víctima, o con el afecto que le toman los padres de Paula y la propia Paula, conocemos la calidez del personaje, su interior más recóndito.

 A partir de ahora las citas de la obra se harán tomando como referencia la siguiente edición:
Plenilunio, Antonio Muñoz Molina, ed. Alfaguara, Madrid, 2006.

b) Susana Grey. 
Es la maestra de Fátima, la niña asesinada, que el inspector conoce cuando la interroga y al que ella mira al principio con cierto recelo, aunque termina por convertirse en su amante. Susana ha sido esposa de un artesano alfarero intransigente en sus opciones políticas y sociales, incapaz de disfrutar de los placeres y que se vuelve cada día más amargo. Ella se casó joven y se trasladó al pueblo castellano por su marido. Cuando se queda embarazada, su esposo no parece entusiasmado, pero con el nacimiento del niño controla cada uno de sus movimientos.
Sin embargo, ese mismo artesano antifranquista y rígido la abandona por otra mujer, la esposa de uno de los amigos de la pareja, la mujer del forense Ferreras. Abandonada en una ciudad que no es la suya, en un entorno provinciano, deberá cuidar de su hijo como si fuese soltera. Con los años, ha perdido la esperanza de volver a enamorarse y su hijo, al que ha sacado adelante sola con las idas y venidas intermitentes de un padre atormentado e indeciso, decide en la adolescencia irse a vivir con él.
La llegada del inspector trae a Susana una nueva ilusión, ganas de recuperar deseos aparcados y nuevas ganas de disfrutar de la vida como mujer. Hará cambiar al inspector, que conoce con ella el verdadero amor y descubre sentimientos que desconocía.
Susana es astuta, decidida, culta y cariñosa. Cuando la mujer del comisario es dada de alta en el sanatorio y el caso ya ha sido resuelto (el asesino era su pescadero de los sábados: págs. 233 y 342), ve como su historia con el policía se acaba. Le confiesa que hubiera renunciado al destino en Madrid si se lo hubiese pedido y que semanas atrás creyó estar embarazada, pero ahora está decidida a marcharse de la ciudad, a ser ella misma. Su perspicacia le hace intuir lo peor cuando oye los disparos y advierte al inspector del peligro que corre. Será en sus brazos donde el policía se desvanece y de los que se agarra fuertemente para no morir.

c) El Padre Orduña. 
En su juventud, durante la Guerra Civil, fue alférez provisional del bando franquista. De allí evoluciona, primero hacia lo religioso y, posteriormente, hacia lo social: "Íbamos a construir aquí una Ciudadela de Dios [...] Por eso el padre rector aceptó la idea de traer como internos a huérfanos del otro bando [el republicano] o a hijos de los que estuvieran en la cárcel. Queríamos enseñarles oficios dignos a los pobres" (pág. 93). Incluso llega a ser persona non grata para el régimen: “Desconfiaban de nosotros, pero todavía no mucho. Entonces a nadie se le ocurría pensar que un cura fuera rojo“ (pág. 92). Algunos lo tildarán de traidor, de comunista y visitará varias veces la comisaría.
Pasa su vida al cuidado e instrucción de los huérfanos, pero sus alumnos, una vez convertidos en hombres, no siguieron el camino que él hubiese deseado. El padre Orduña, sin embargo, persiste en sus ideas, conserva cada legajo en el archivo del internado, se obstina en revivir viejas tradiciones, sigue celebrando misa aunque apenas tiene fieles. Él “se había impuesto a sí mismo la tarea de custodiar lo que ya no importaba a nadie, de preservar lo olvidado y perdido, sus cartas de Pasolini y de Althusser, sus remotos boletines ciclostilados que aliaban la buena nueva de Cristo y las diatribas de los profetas con los vaticinios científicos de Marx, de Lenin, de Ernesto Guevara (pág. 56).
En la figura del padre persiste otra época, con la que el inspector se encuentra al regresar a su pueblo para dilucidar el crimen. Y persiste también la primera “pista “ de la que se quiere fiar el policía: no hay huellas digitales con las que comparar las encontradas en la escena del crimen porque el asesino no está fichado. Luego lo único con lo que cuenta el inspector es con la mirada del asesino, el encontrarlo en el escrutinio de los viandantes, porque el padre Orduña es el que le convence de que:
“Quien ha hecho una cosa así tiene que llevarlo escrito en la cara […] Llevará una señal, como Caín cuando mató a su hermano y quería esconderse de Dios” (pág. 51). La resolución del crimen echará por tierra la máxima del jesuita de que “la cara es el espejo del alma”.

d) El asesino. 
Al homicida lo conocemos desde los primeros capítulos. Su vida se desenvuelve entre fracasos y obsesiones. Muñoz Molina no intenta justificar los actos de éste, pero nos revela que su comportamiento es producto de una sociedad intolerante y de una atmósfera que lo oprime. Condenado a burlas desde su infancia por el tamaño de su miembro viril, vive acomplejado toda su vida, lo que le conduce a sufrir de impotencia y a ser incapaz de relacionarse con las mujeres. Su trabajo en el mercado le asquea, al igual que el olor del pescado que se queda impregnado en sus manos y en sus uñas, a pesar de lavárselas compulsivamente. Siente un profundo odio por su rutina, por sus padres, con los que vive y a los que repudia encerrándose en su cuarto mientras desea que se mueran. Los “viejos” le agobian con preguntas, no lo entienden y debe mantener una imagen con los vecinos que no se corresponde con lo que siente. Su actitud de repulsa total acerca de todo lo que le rodea lo caracteriza como un ser gris y violento. Su modo de expresión es descalificador, desafiante y vulgar. Cuando lo apresan solicitará que lo visite el inspector y entonces se confesará “lunero”; dirá que no fue él quien agredió a las niñas, sino sus manos. Más tarde, en la prisión, se escudará en una supuesta posesión del diablo. La locura parece lo único que podrá salvarlo de una larga condena en la cárcel.

e) El forense Ferreras. 
Ferreras conoce a Susana desde que eran estudiantes y, en su calidad de forense, colabora en la identificación del criminal. Su mujer lo ha abandonado y se ha marchado con el marido de Susana, de la cual está enamorado desde siempre y aprovecha para recordárselo cuando ella se lo permite, aunque pronto intuye que el corazón de la maestra está ocupado por el inspector. Como profesional, sus informes son precisos y enseguida es capaz de reconstruir los hechos y deducir la impotencia del asesino; sin embargo, su relación con los vivos le resulta más conflictiva: “Pero hacia los vivos Ferreras no estaba muy seguro de sentir verdadera piedad, porque lo que sentía cada vez más, a medida que se le iban pasando los últimos años de la juventud, era incomprensión, desconcierto, ira, recelo, pavor, un deseo cada más definido de apartarse del mundo [...] y de intervenir en él
únicamente mediante la práctica rigurosa de su trabajo”. (pág. 134)

f) El etarra. La muerte del inspector está en aplazamiento, un aplazamiento del que vamos sabiendo muy poco, pues no más de cuatro o cinco veces se menciona, sin nombre, a ese alguien, tan desconocido como el asesino de Fátima, que acecha al inspector. Ello no significa que haya parentesco entre los dos crímenes, a pesar de la proximidad textual en que puedan encontrarse: “Alguien ha asesinado a una niña y quizás ve la noticia del crimen en la televisión [...] Alguien decide [asesinar al inspector], anota, llama por teléfono [...] Alguien se hace una foto de carnet de identidad con gafas y bigote postizo [...] Alguien llega al atardecer a una ciudad donde no ha estado nunca, pero de la que ya posee un plano muy detallado y varias guías turísticas […] Alguien hace una llamada telefónica, avisando que ha llegado, pero sin decir ningún nombre (págs. 137-140).
Unas líneas más adelante se transcriben las primeras anotaciones que hace el asesino de ETA, quien escribe en un computador el comportamiento del policía (pág.141), agregando la enemistad que le tiene éste a los periodistas. Por una parte, el inspector hace todo lo posible por evitar la publicidad, lo que los reporteros no comprenden y, por otra, se rumorea que "este cabrón empezó de social en la universidad, cuando Franco, denunciando gente" (pág.142), aludiendo a una función “social” que hacían los policías dedicados a infiltrarse en las organizaciones políticas y sociales de oposición.
 El suspense de Plenilunio se construye sobre la base de la oposición entre el avance de la investigación del crimen sexual y el avance, muy silencioso, de la planificación del ataque que ETA se propone realizar en contra del inspector.
Otros personajes significativos pueblan el universo claroscuro de la novela, tales como los padres de la primera víctima, Fátima, que fortalecen el vínculo con la maestra de su hija una vez fallecida ésta y que no pueden evitar los remordimientos por haber permitido que su hija bajase sola a la librería; Paula, la segunda víctima, que poco a poco se restablece de la agresión y tiene una memoria prodigiosa para recordar todos los detalles de su fatídico episodio, lo cual facilitará la investigación policial, y que valientemente reconocerá a su agresor cuando éste es apresado. En definitiva, los personajes de Plenilunio se construyen a través de sus propios pensamientos y a través de sus propias reminiscencias. Escuchamos lo que pasa por sus mentes y, poco a poco, dependiendo de la focalización de la voz narradora, conocemos su pasado, que ha ido conformando lo que ahora son cada uno de ellos.

4. PUNTO DE VISTA EL NARRADOR 


Casi todo está narrado en tercera persona, con escasos adjetivos y escaso diálogo, dando aparentemente una extraña sensación de objetividad, sobre todo al inicio de la novela. Contrasta, sin embargo, con este aparente estilo objetivo que el narrador se acerca poco a poco a cada uno de los personajes, impregnándose de su voz, pero sin eliminar la omnisciencia; permite la impresión de estar en sus mentes, de escuchar sus terrores y saber hasta sus pasiones más oscuras, esas que no se pueden intuir en el rostro porque, al final, los ojos no son el espejo del alma, e, incluso, a veces, el rostro oculta lo más terrible de la condición humana. Los monólogos interiores, las transcripciones del etarra en su ordenador y, en mucha menor medida, los diálogos construyen la trama argumentativa.
Mediante la técnica de la alternancia de personajes en cada capítulo, variando, por tanto, la focalización de la trama, el narrador completa el panorama novelesco a la par que logra mantener el suspense, elemento clave para una historia policíaca y de intriga. Parte de ese suspense es alimentado también por los múltiples detalles que revisten cada pensamiento de los protagonistas, que a menudo aparecen casi transcritos directamente de sus mentes, sin previo aviso. Es este, pues, un narrador
omnisciente, en tercera persona, objetivo, pero que permite que, prácticamente, todos los personajes se expresen en primera persona porque la voz narradora se mimetiza con ellos. La recopilación de todos los testimonios, de todos los puntos de vista de la historia, organizada en una especie de triángulos: inspector – asesino - víctima; inspector – esposa - Susana Grey; inspector – asesino - etarra, o incluso aunque rápidamente truncado, inspector – Susana - Ferreras, acaba dibujando una sola línea que apunta a la resolución del caso. Otros elementos que sustentan la narración son, tal y como avanzábamos antes, los elementos recurrentes o leitmotiv de los ojos y la mirada, o la penumbra y las referencias a la luz lunar.

5. ESPACIO Y TIEMPO 
a) Espacio
La historia se desarrolla en una ciudad de Castilla de la que no se dice el nombre, pero los críticos reconocen en esta ciudad gris a Mágina, la ciudad imaginaria de Muñoz Molina
. Pero en esta ocasión sólo se la reconoce por la mención de la  plaza Ordoña, aunque ha quedado desprovista de la identidad sagrada que se le había  conferido en El jinete polaco. Esta urbe ha entrado en el terreno de la decadencia, ya  no es un lugar que se anhele. Se encuentra desdibujada no sólo por la lluvia y la  niebla, sino por la clase de seres que se han alojado en ella. El inspector vuelve a ella  pero es un desconocido, Susana ansía el traslado a Madrid y el asesino se ahoga en  su entorno. 
En este sentido, Carrillo Muñoz dice en su tesis: “Plenilunio se acerca más a la serie negra, donde, más que resolver un caso policiaco a la manera de un crucigrama,  se pretende poner al descubierto la violencia de la ciudad, la inseguridad de las calles, al mostrarnos quiénes son los verdaderos criminales”.
b) Tiempo
Los dos crímenes sexuales que sufren las menores, Fátima y Paula, permiten plantear el tema de la transición personal tejida sobre el trasfondo de la transición política española. Ésta se encuentra políticamente terminada dos décadas después de la muerte de Franco, pero aún pervive en el destino de los personajes. El pasado, por decirlo así, los condena, aun cuando no hayan cometido ningún acto que pueda ser punible, menos aun si se le mira desde la perspectiva de una transición política concluida. No es la primera vez que Antonio Muñoz trata temas semejantes. Es más, en casi todas sus novelas los efectos del franquismo están presentes, pero en Plenilunio es más notorio porque el tiempo transcurrido desde el fin de la dictadura es más largo y porque los personajes hablan de forma explícita, aunque sin añoranzas, de una época en la que ellos y el mundo eran distintos.

 Jean Alsina en “Antonio Muñoz Molina”, recogido en "Los nuevos nombres", Suplemento 9/1 a la Historia de la literatura de Francisco Rico y coordinado por Jordi Gracia, afirma al respecto de Mágina: “De nuevo Mágina, aunque nunca nombrada, reconocible por algunos indicios discretos, banalizada en la extensión de nuevos barrios equivalentes a los jardines públicos destrozados por una juventud brutal, mojada por un invierno excepcionalmente lluvioso que recuerda al San Sebastián de Un invierno en Lisboa y de Ardor guerrero. La propiedad de “La isla de Cuba” se ha convertido en un agradable albergue neorrural para fines de semana tranquilos. Por otro lado, nadie sabe ya, aparte del lector fiel, cuál es el origen de su nombre”. Pág. 360.

Se trata de una transición tranquila, sin rencores, donde el inspector puede ganarse la confianza y el afecto de ex opositores al régimen, de los parientes de la víctima o de Susana Grey, quien comienza mirándole con cierto recelo y termina convirtiéndose en su amante. En efecto, Susana ha sido esposa de un artesano intransigente en sus opciones políticas y sociales, incapaz de disfrutar de los placeres
y que se vuelve cada día más amargo. Pero el día que ese artesano la abandona por otra mujer, Susana comienza a sentirse libre. A fines de los años noventa, época en que vagamente está ambientada la novela, ya no tiene prejuicios para enamorarse de este hombre simple que es el policía. Tampoco él tiene prejuicios que le impidan contar su pasado, ni a ella escucharlo. Y la política ya no juega papel alguno, ni para unirles ni para separarles. Si alguna vez el inspector ha sido "social", si "este cabrón
empezó de social en la universidad", ya no importa, pues la transición personal ya la han hecho y cada uno de ellos está dedicado, para bien y para mal, a sus oficios. La transición se da sobre la base de que el franquismo ya no existe, ya nadie llama traidor al inspector, a pesar de que es hijo de un republicano encarcelado, ya nadie se preocupa tampoco de los curas obreros, como lo fue el padre Orduña, ni de guardar las cartas de Althusser o las de Pasolini.
Por otro lado, la historia narrada ocupa apenas unos cuatro meses. Desde la lluvia y el frío del invierno hasta el sol de mayo. Sin embargo, los personajes, en esa búsqueda por restablecer el orden, van configurando su identidad a través de recuerdos que llevan al lector al pasado y lo traen al presente constantemente. Así,son frecuentes los saltos temporales.

6. TEMAS 
Las habilidades del narrador se unen en Plenilunio a las artes reflexivas del articulista polémico, del observador incisivo de lo cotidiano que es Muñoz Molina.
Temas como el terrorismo o la violencia entran en esta novela en la que el escritor ahonda en las raíces del mal, en sus manifestaciones en la sociedad contemporánea, “una cuestión ante la que no he querido situarme como filósofo, sino como novelista que siente curiosidad por lo que piensa la gente en las circunstancias más terribles”, afirmaba el autor en una entrevista concedida a Emma Rodríguez. Así, un ejemplo de opinión sobre el terrorismo y la ideología que lo sustenta es esta reflexión del inspector en el inicio del capítulo 19: “Daban miedo las palabras, y para eludirlo se buscaban otras, pero enseguida el miedo volvía a inocularse en ellas, y había que abandonarlas otra vez, sustituyéndolas por otras, por palabras no usadas con las que pudieran comerciar más fácilmente la cobardía o la mentira, la coacción, el disimulo. En el norte, a las matanzas de los pistoleros personas dignas de todo respeto les llamaban lucha armada, y al terrorismo, abstractamente, violencia, y un disparo en la cabeza de alguien era una acción” (pág. 198).
Pero también, en las páginas finales: “Al menos no le rinden homenajes públicos, como hacen en el norte (se refiere al violador de las niñas) […] Al menos no pondrán su nombre a una calle, no sacarán su retrato de una iglesia y lo pasearán en alto como si fuera un estandarte religioso” (pág. 371).
Es fácil decir que los criminales son víctimas de la sociedad, pero yo me pregunto: "Si es así, ¿por qué a menudo no se arrepienten y están tan orgullosos de sus actos? Este es un tema muy delicado y que abre muchos interrogantes”. El autor hace, en resumen, un tratamiento duro de la investigación del crimen y utiliza un léxico crudo en las rememoraciones de las agresiones o en el desprecio que siente el asesino por sus víctimas. Muñoz Molina hace hincapié en que “la crueldad no tiene ninguna belleza,aunque el cine y la literatura han contribuido a darle una especie de glamour, mostrando muchas veces a los asesinos como gente lúcida, intelectual y sofisticada, cuando normalmente son seres vulgares, sin ningún atractivo”. Esto lo vincula con otro tema también presente en la novela, el del tratamiento mediático de la violación y el asesinato de una menor: “los periodistas que habían rondado tan morbosamente los primeros días por la calle y se habían colado sin respeto en el portal y en el ascensor, se habían marchado con la misma indiferencia frívola con la que llegaron, como si la
muerte de la niña fuese un acontecimiento social cualquiera, un chisme que se olvida en dos días” (págs. 125-126). Es clara la crítica al amarillismo de la prensa que solo busca el espectáculo y el morbo del sensacionalismo.
A través de los ojos del inspector vemos pasar, asimismo, temas como la religión y la crisis de la fe del inspector, que siente la necesidad de confesarse de manera laica con el padre Orduña, aunque apenas recuerda las plegarias infantiles de su niñez. También la psicosis permanente que le acompaña, por la persecución y la amenaza constante de muerte bajo la cual vive. Con Susana Grey se profundiza en la soledad y la frustración que conlleva la existencia de una maestra de provincias
abandonada con hijo muy pequeño y engañada por una de sus amigas.
En resumen, Plenilunio refleja, según Jean Alsina, la España contemporánea: “[…] la del terrorismo en el País Vasco, la televisión embrutecedora, la tiranía de las imágenes, la banalización de la pornografía, el paro generalizado. Nada de final feliz, o por lo menos un final ambiguo: los terroristas encuentran, hieren y quizá matan (se ha comentado largamente el verbo “desvanecer” del último párrafo…) al inspector en el momento en que la felicidad amorosa parece por fin ofrecérsele; el asesino perverso apenas será castigado: la adhesión a una secta bíblica le lava el cerebro y lo vuelve
presentable ante una justicia que no puede más”.

7. GÉNERO Y TÉCNICAS NARRATIVAS 
Plenilunio se puede adscribir al género de la llamada novela policíaca o novela negra. Según Germán Ceballos, Raymond Chandler definió como novela negra, a aquella que trata sobre el mundo profesional del crimen. Debe  su nombre a dos factores: a que originalmente fue publicada en la revista Black Mask de EstadosUnidos y en la colección Série Noire francesa, así como a los ambientes oscuros que normalmente recrea. El término se asocia a un tipo de novela policíaca –o una
mutación de ésta– en la que la resolución del misterio o crimen no es en sí el objetivo principal. Es habitualmente muy violenta y las divisiones entre el bien y el mal en ocasiones están bastante difuminadas. La mayor parte de sus protagonistas son individuos en franca decadencia cuya búsqueda principal es la verdad, o por lo menos algún atisbo de ésta. En este tipo de historia resultan más importantes la cruda descripción de la sociedad y la reflexión sobre el deterioro ético.
Esta definición le da pie a Germán Ceballos para decir que Plenilunio cumple con las características propias del género policiaco canónico: un crimen, un asesino serial y un inspector encargado de esclarecer los hechos, que, como profesional, cumple con el patrón del investigador que vive sólo para descubrir al culpable de los crímenes. Se trata de una búsqueda casi obsesionada, que hace que se resienta su vida personal, al buscar evasión tanto en el alcohol como en las prostitutas y al abandonar a su mujer con sus crisis de ansiedad y su colapso mental. Así, mientras la aparente frialdad del inspector se desvanece al frecuentar a Susana Grey, también comprobamos como lectores que la resolución del crimen y la detención del asesino viene dada por una confluencia de casualidades y gracias a una estrategia muy común: ocultar a la opinión pública la segunda agresión, la que sufre Paula, y forzar al asesino a volver a la escena del crimen.
En cualquier caso, no todo es novela negra en Plenilunio, sino que también podemos encuadrar la novela en lo que se ha venido denominando novela psicológica. Muñoz Molina conoce a sus personajes, los quiere, aunque no llegue a defenderlos con su pluma. En un sobresaliente ejercicio de introspección, se adentra en la mente enferma del asesino, asistimos al desprecio hacia sus padres, a su relación con las mujeres, a su frustración laboral, que le conduce a su obsesión con el olor de sus manos, y a su frustración sexual por su impotencia. También sentimos los tormentos del inspector por su persecución, por su paradójica insatisfacción con su traslado que él mismo había solicitado y que le lleva a su ciudad natal en la que se siente extranjero. Vivimos la soledad de Susana y sus dudas para, después de muchos años, conquistar a un hombre que sabe casado y que oculta muchos misterios. Incluso, el narrador logra transmitirnos los miedos e inseguridades de una menor, víctima de una agresión, que trata de volver a su rutina diaria y que es capaz de colaborar con la policía para localizar a su agresor.
Por último, en este entresijo de géneros, Plenilunio también es una novela de amor que refleja la historia del policía y la maestra del pueblo. Dos seres solitarios, perdidos en un mundo diminuto, que aprenden a reconocerse en la distancia, mientras a su alrededor el mundo se derrumba y provoca casi la muerte del inspector. Éste, obnubilado en su nuevo sentimiento y con la inminente pérdida de Susana, olvida ser precavido como siempre lo había sido hasta ese momento y se pone a tiro del etarra.
La confluencia de estos géneros determina el uso de las diferentes técnicas narrativas de las que se ha hecho mención más arriba: la narración omnisciente pero con una información dosificada para garantizar el suspense; la alternancia de los personajes en los que se centran los diferentes capítulos que provoca los saltos temporales y espaciales, y el posponer ciertos temas que no se retoman hasta dos o tres capítulos más adelante; las reflexiones de los personajes a las que a veces asistimos con un estilo indirecto libre o en formato de monólogos interiores que permiten su caracterización y su evolución; los motivos recurrentes como el plenilunio, el claroscuro o la mirada.
Con una prosa clara y sencilla, Muñoz Molina logra meterse en la piel del asesino y reproduce su lenguaje soez, barriobajero y cruel, pero también refleja los sentimientos amorosos y las dudas de la conquista de una mujer que se acerca a la cuarentena o la valentía y la decisión de una cándida Paula.